La clasificación urbanística es esencial para la planificación y gestión sostenible de los entornos urbanos. Esta herramienta no solo determina la organización espacial de una ciudad, sino que también establece el marco que guía su desarrollo, impactando en cómo vivimos, trabajamos y nos relacionamos con nuestro entorno. Su propósito trasciende la simple designación de zonas, también busca promover un crecimiento equilibrado, proteger espacios ecológicos, conservar el patrimonio y garantizar una vida de calidad para los habitantes.
Entender la clasificación del suelo urbano es fundamental para abordar los desafíos actuales y futuros de las ciudades. Con una urbanización en aumento, esta clasificación se convierte en un pilar que ayuda a crear comunidades resilientes y sostenibles, asegurando que las necesidades de los ciudadanos se cumplan de manera efectiva y armoniosa.
La clasificación urbanística es un proceso que categoriza y define el uso y función de distintas áreas dentro de un territorio, basándose en criterios de desarrollo y planificación. Esta categorización, esencial en la planificación urbana, guía el crecimiento de las ciudades y regiones, promoviendo un desarrollo ordenado y sostenible.
Los terrenos se suelen clasificar como suelo urbano (ya desarrollado y con infraestructuras), suelo urbanizable (designado para futuros desarrollos) y suelo no urbanizable (áreas no aptas o no deseables para el desarrollo, ya sea por razones ecológicas, geográficas o culturales). Esta clasificación puede evolucionar según las necesidades y visiones cambiantes de una región o ciudad.
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La clasificación urbanística del suelo se basa en el potencial de desarrollo y uso de cada terreno. Esta división permite una organización más clara de los espacios, y promueve un desarrollo armónico y sostenible de las ciudades
El suelo urbano se refiere a áreas que ya cuentan con infraestructura básica, como vías de acceso, servicios de agua y electricidad, y que están destinadas a la ocupación urbana. Además, podemos clasificar el suelo urbano:
Por lo tanto, podemos decir que el suelo urbano ofrece la ventaja y la facilidad para el desarrollo debido a la infraestructura existente. Pero, presenta desafíos como la gentrificación o la sobresaturación de servicios en áreas densamente pobladas.
Son zonas que, aunque no cuentan con una infraestructura completa, están designadas para su desarrollo y urbanizadas en un futuro próximo.
Aunque se encuentran en transición de suelo no urbanizado a urbanizable, este proceso se basa en planes urbanos y puede implicar la implementación de servicios básicos, la planificación de vías y la regulación de zonas específicas para usos determinados.
Es esencial tener en cuenta la sostenibilidad, el impacto ambiental, las necesidades de la comunidad y la capacidad de la infraestructura local.
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Este tipo de zonas no están destinadas al desarrollo urbanístico. Pueden ser áreas protegidas, zonas con valor histórico o terrenos no aptos para construcción. Las principales razones para preservar y no desarrollar ciertas áreas son la conservación ambiental, la protección de patrimonios históricos o culturales, y la preservación de espacios de recreación.
Existe una variedad de tipos de suelo no urbanizable:
La clasificación de los suelos no es arbitraria y responde a diversos factores que buscan equilibrar el desarrollo con la conservación y las necesidades socioeconómicas:
Con estos criterios, se busca una clasificación que promueva el desarrollo urbano, proteja y conserve los recursos y valores intrínsecos de cada región de España.
A lo largo del tiempo, España ha experimentado un rápido desarrollo urbanístico. Cada ciudad o región, con sus particularidades geográficas, históricas y culturales, ha abordado la clasificación del suelo de manera única. Veamos tres ejemplos ilustrativos:
Barcelona ha experimentado una transformación urbanística notable, especialmente desde el proyecto de ensanche del siglo XIX diseñado por Ildefons Cerdà. Esta planificación tuvo como objetivo expandir la ciudad de forma ordenada y equitativa.
Actualmente, la ciudad tiene zonas claramente definidas: suelos urbanos consolidados, como el Eixample; suelos urbanizables, en las áreas de la periferia que han ido integrándose a la ciudad; y, suelos no urbanizables, como algunas zonas de la montaña de Collserola.
No obstante, Barcelona enfrenta desafíos relacionados con el turismo masivo y la gentrificación. Ha buscado promover la sostenibilidad a través de zonas peatonales, el fomento del transporte público y la creación de espacios verdes.
Madrid, como capital, ha experimentado un crecimiento constante. El Plan General de Ordenación Urbana de Madrid (PGOUM) ha sido esencial para guiar su desarrollo.
En la actualidad, Madrid presenta una mixtura de suelos urbanos consolidados, como el centro histórico; suelos urbanizables, en las zonas del extrarradio, conocidas como las ciudades dormitorio; y, suelos no urbanizables, como la Casa de Campo o el monte de El Pardo.
Sin embargo, Madrid enfrenta desafíos relacionados con la congestión y la contaminación. Ha implementado medidas como Madrid Central, una zona de bajas emisiones, y ha promovido el uso de transporte limpio.
Málaga, con un fuerte crecimiento en las últimas décadas impulsado por el turismo, ha experimentado una expansión hacia la Costa del Sol. Actualmente, es una zona muy cotizada, donde muchos inversores encuentran un lugar de inversión. De hecho, la tasación de propiedades en esta zona y sus precios ha aumentado considerablemente en los últimos años.
Podemos encontrarnos en la ciudad con suelos urbanos consolidados, como el centro histórico de la calle Larios; suelos urbanizables, en la periferia y áreas costeras; y, suelos no urbanizables, por las zonas montañosas y espacios naturales protegidos.
Málaga ha tenido que equilibrar el desarrollo turístico con la conservación ambiental. Ha trabajado en revitalizar su centro histórico y en promover el turismo sostenible.
Estos tres ejemplos muestran cómo, a pesar de las similitudes en la normativa urbanística española, cada ciudad o región adapta su clasificación y estrategias según sus particularidades y desafíos específicos.
Sí, pero requiere de procedimientos legales, estudios técnicos y, a menudo, modificaciones en los planes urbanos. Todo cambio debe ser justificado y cumplir con regulaciones y normativas.
A través de estudios de impacto ambiental, evaluaciones de sostenibilidad y regulaciones que buscan proteger recursos naturales, biodiversidad y garantizar un desarrollo que pueda ser sostenido a largo plazo.